Juana se casó con Felipe el Hermoso, archiduque de Austria, y el matrimonio estuvo marcado por la infidelidad de Felipe y episodios de celos intensos por parte de Juana. Estos incidentes y su comportamiento errático, como el famoso episodio en que se dice que llevó el cadáver de su esposo consigo por años, han llevado a debates sobre su salud mental.
Algunos historiadores sostienen que Juana sufría de trastornos mentales como la depresión o la psicosis, posiblemente exacerbados por su aislamiento y las intrigas políticas a su alrededor. En particular, sus padres y su hijo Carlos I de España (Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico) utilizaron sus supuestos problemas mentales para justificar su confinamiento en el Castillo de Tordesillas durante 46 años, manteniéndola apartada del poder.
Por otro lado, algunos estudios sugieren que Juana pudo haber sido víctima de una conspiración para despojarla del trono, con sus comportamientos exagerados o malinterpretados para pintarla como incapacitada. Se hablaba incluso de que podría estar poseída por el Diablo, una creencia influenciada por la fuerte religiosidad y superstición de la época.
En resumen, Juana I de Castilla fue una reina enigmática cuya vida estuvo marcada por la tragedia y la manipulación política. Si bien es probable que padeciera algún tipo de trastorno mental, su historia también refleja la utilización de tales diagnósticos para justificar el control político en una era dominada por la lucha por el poder.
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