Muchos almogávares eran probablemente campesinos aragoneses y catalanes que, debido a la inseguridad, se vieron obligados a abandonar sus tierras y convertirse en soldados de fortuna, aunque a veces solo temporalmente como un medio de defensa o para complementar su economía. El objetivo de sus incursiones era obtener botín: generalmente personas y animales, que luego podían intercambiar por dinero. Las continuas incursiones musulmanas en las fronteras obligaban a muchos a refugiarse en bosques y montañas, abandonando sus tierras de labor. Ante este peligro constante, muchos se dedicaron plenamente a las algaradas fronterizas permanentes contra los musulmanes.
Probablemente muchos nobles pagaban a los almogávares para adentrarse en territorio enemigo, causar el mayor daño posible, debilitar los ataques islámicos y ahorrarles el trabajo que teóricamente debían hacer ellos. La referencia histórica más antigua sobre los almogávares en ejércitos cristianos es la crónica aragonesa de San Juan de la Peña, que los sitúa en el asedio de Saraqusta, la Zaragoza islámica, con las tropas de Alfonso I "el Batallador" en 1118. Estos hombres, con escaso armamento y casi sin armadura, eran increíblemente rápidos: atacaban de forma inesperada, saqueando y causando el mayor daño posible durante unos días, para luego retirarse antes de que el enemigo pudiera organizar una defensa adecuada.
A medida que la Reconquista avanzaba, los territorios de la Corona de Aragón iban perdiendo frontera directa con el Islam, quedándose sin su medio natural de vida. Por ello, empezaron a ofrecer sus servicios como mercenarios, siendo muy bien aceptados por su capacidad combativa y su excepcional movilidad, toda una novedad en la forma de hacer la guerra en el medievo, carente de miramientos con respecto a los convencionalismos del arte de la guerra. En el "Libro de los Hechos" de Jaime I "el Conquistador," apenas se les menciona durante la conquista de Mallorca y Valencia en el siglo XIII, no porque su contribución fuera poca, sino porque su forma de luchar, aunque efectiva y necesaria, no se consideraba honrosa según los parámetros caballerescos de la época.
Inicialmente operaban como mercenarios dentro del ejército aragonés, encargados de exploración y como complemento de la caballería y los ballesteros, pero a partir de mediados del siglo XIII, su número aumentó y se agruparon en unidades más independientes, convirtiéndose en la avanzadilla y en cuerpos de élite de la Corona de Aragón. Vestían una camisa corta, calzas de cuero, abarcas y pieles, lo que, junto a sus largos cabellos y barbas, les daba un aspecto fiero que atemorizaba a sus enemigos.
A finales del siglo XIII y principios del XIV, muchos almogávares eran catalanes, pero también había aragoneses, valencianos y mallorquines. La guerra de las Vísperas Sicilianas les otorgó gran notoriedad. En 1266, el papado y Francia se propusieron eliminar el último bastión de los Hohenstaufen en Europa: el Reino de Nápoles y Sicilia. Pedro III de Aragón, casado con Constanza, hija del depuesto rey napolitano, comenzó a urdir planes diplomáticos y militares para aislar a Carlos de Anjou y a los franceses, reclamando los derechos de su esposa. En 1282 estalló una revuelta antifrancesa en Palermo, que según algunos fue fomentada por Pedro III y el emperador de Bizancio. Los sicilianos ofrecieron la corona a Constanza y, por tanto, a Pedro III. Con un ejército en Túnez, Pedro III desembarcó en Sicilia y se coronó rey en Palermo.
La guerra entre aragoneses y franceses comenzó, con el Papa excomulgando a Pedro III. Aunque los franceses y tropas de Carlos de Anjou eran superiores en número, la estrategia de Pedro III, con la flota aragonesa bajo Roger de Lauria, rompió los esquemas tradicionales. Los almogávares, liderados por Guillem Galcerán de Cartellà, llevaron a cabo ataques relámpago, debilitando al enemigo y provocando el levantamiento de ciudades en el sur de Italia. La Paz de Caltabellotta en 1302 desligó a Sicilia del Reino de Nápoles, integrándola en la Corona de Aragón.
Con la paz, los almogávares se encontraron sin trabajo, lo que los llevó a ser contratados por el emperador bizantino Andrónico II para luchar contra los turcos en Anatolia. Liderados por Roger de Flor, llegaron a Constantinopla en 1303 y demostraron su valía, aunque su brutalidad también les ganó enemigos dentro del Imperio. Roger de Flor, nacido en Brindisi, se unió a la Orden del Temple y participó en la defensa de Acre en 1291. Acusado de saquear el tesoro templario, se convirtió en mercenario al servicio de Fadrique II, rey siciliano de la casa de Aragón. Tras la guerra de las Vísperas Sicilianas, aceptó la oferta de Andrónico II, protegiéndose así de la Orden del Temple. Roger fue investido megaduque y se convirtió en una de las personas más poderosas del Imperio.
Sin embargo, su asesinato en 1305 dejó a la compañía almogávar sin líder. Los almogávares, enfurecidos, arrasaron Tracia durante dos años en la llamada "Venganza Almogávar" y luego se dirigieron a Grecia, donde, tras varias batallas y traiciones, tomaron los ducados de Atenas y Neopatria. Durante varias décadas, mantuvieron su independencia, hasta que en 1379 ambos ducados fueron integrados en la Corona de Aragón. A pesar de todo, durante casi un siglo, las barras del rey de Aragón ondearon orgullosas en lo alto del Partenón de Atenas.
Mientras en Occidente la Corona de Aragón aumentaba su poderío, en Oriente, el antaño gran Imperio Bizantino languidecía, amenazado por múltiples enemigos. Esto presagiaba el rápido fin de la llamada "Segunda Roma". Un siglo antes, el Papa había convocado la Cuarta Cruzada para recuperar Tierra Santa, pero las tropas que llegaron ante los muros de Constantinopla, de camino a Jerusalén, decidieron cambiar de objetivo y luchar contra sus hermanos, los cristianos ortodoxos del Imperio Bizantino. Constantinopla fue, por primera vez en su historia, tomada y brutalmente saqueada, creando el Imperio Latino de Oriente y dejando al Imperio Bizantino dividido en 1204. Pasarían aún 60 años hasta que los emperadores de Bizancio recuperaran su capital, pero el poderío bizantino nunca volvería a ser el mismo.
Esto fue aprovechado por sus numerosos enemigos en los Balcanes. Los serbios arrebataban territorios al Imperio, además de varios estados latinos en Grecia, supervivientes del Imperio Latino anteriormente mencionado y gobernados en su mayoría por franceses. Pero la amenaza más temible eran las tribus turcas, que avanzaban cada vez más por Anatolia. Varias oleadas de tribus turcas habían llegado a Anatolia desde el interior de Asia, pero una de ellas sellaría el destino de Constantinopla: la tribu liderada por Osmán, conocida en Europa como los otomanos.
Anatolia, ocupada por los turcos, estaba dividida en varios sultanatos, pero en este momento, los otomanos comenzaron a sobresalir, imponiéndose poco a poco sobre el resto a lo largo del siglo XIV. En 1301, los ejércitos bizantinos fueron derrotados por los turcos en la batalla de Bapheus, quedando patente que los ejércitos imperiales, dirigidos por Miguel, hijo del emperador, eran incapaces de frenar al enemigo. Tan solo las fortificaciones de ciudades como Filadelfia, Nicea y Esmirna mantenían la presencia del Imperio en Asia Menor, pero era cuestión de tiempo antes de que los turcos sobrepasaran esas defensas y llegaran hasta la capital.
El emperador Andrónico II Paleólogo decidió acudir a la contratación de mercenarios extranjeros para intentar una defensa que parecía casi imposible. Es aquí donde Andrónico escucha sobre una pintoresca compañía de mercenarios de la Corona de Aragón, con la que habían mantenido relaciones diplomáticas y comerciales en reinados anteriores. Hablamos de los almogávares, que justo en ese momento se habían quedado sin empleo tras el final de la guerra en Sicilia, y cuya presencia en tierras italianas suponía un problema para todos.
Andrónico envió emisarios a Roger de Flor, líder de la compañía almogávar
Los almogávares, aunque temidos y admirados, también fueron considerados una amenaza tanto por sus aliados como por sus enemigos. Tras la victoria en la batalla de Almenara, los almogávares lograron controlar los ducados de Atenas y Neopatria, imponiendo su dominio en la región. Durante décadas, estos fieros guerreros mantuvieron su independencia, gobernando sobre las tierras conquistadas con mano de hierro. Sin embargo, con el tiempo, su ferocidad comenzó a desvanecerse. La vida sedentaria y las intrigas políticas debilitaron a los almogávares, que terminaron por ser absorbidos por la Corona de Aragón.
En 1379, los ducados de Atenas y Neopatria fueron oficialmente incorporados a la Corona de Aragón. No obstante, su dominio no perduraría mucho más. En 1388, los venecianos se apoderaron de Atenas, y en 1390, Neopatria cayó también bajo su control. Así, el último vestigio de la aventura almogávar en tierras griegas llegó a su fin. Sin embargo, el legado de estos guerreros perduró, no solo en la historia militar, sino también en la memoria colectiva de los pueblos que temieron y respetaron su ferocidad.
Pero, al igual que un relámpago, la historia de los almogávares terminó tan abruptamente como comenzó. Aunque se desvanecieron de los campos de batalla, su impacto dejó una marca indeleble. Se dice que, incluso siglos después de su desaparición, sus gritos de guerra, "¡Desperta ferro!" podían aún escucharse en las noches más oscuras de Grecia, resonando como un eco de tiempos más turbulentos. Algunos lugareños aseguraban haber visto figuras espectrales con camisas cortas y calzas de cuero, recorriendo las colinas de Atenas, buscando una batalla que ya había terminado hace mucho tiempo.
Y así, el mito de los almogávares se mezcló con la leyenda. No solo fueron soldados, sino espíritus indomables que rechazaron ser olvidados. Su historia, envuelta en misterio, sigue siendo un recordatorio de la ferocidad y la valentía de aquellos que vivieron y murieron por su rey, su tierra, y su honor. Aunque ya no ondean las barras de Aragón sobre el Partenón, el espíritu de los almogávares aún vive en los anales de la historia, esperando ser redescubierto por aquellos que se atreven a buscar en los rincones más oscuros del pasado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario