En latín, el imperfecto de los verbos se escribía con la letra **"B"**, que se pronunciaba como una **[b]** oclusiva. Sin embargo, con el tiempo, esa **"B"** latina fue sufriendo un cambio fonético en las lenguas romances. Para los hablantes de francés, italiano y portugués, esta letra comenzó a pronunciarse como una **[v]** labiodental fricativa, lo que llevó a que estas lenguas adoptaran la **"V"** en su ortografía para reflejar la nueva pronunciación.
En el caso del español medieval, ocurrió un proceso diferente. La **"B"** latina evolucionó hacia una **[β]** o fricativa bilabial sonora, que es un sonido intermedio entre la **"B"** y la **"V"** actuales. Este sonido es el que hoy en día corresponde a nuestra **"B"** suave, como en la palabra "gobierno". Durante la Edad Media, esta **[β]** se representaba tanto con la **"B"** como con la **"V"**, dependiendo del escriba y de la región, lo que generaba una cierta variabilidad en la ortografía, como se observa en antiguos textos castellanos, incluido el **"Cantar de Mio Cid"**.
Con el tiempo, a medida que las diferencias fonéticas entre la **"B"** y la **"V"** se fueron desvaneciendo en la pronunciación, ambas letras comenzaron a sonar igual en español, lo que creó una ambigüedad ortográfica. Ante esta confusión, la **Real Academia Española** (RAE), fundada en el siglo XVIII, decidió unificar la ortografía bajo el criterio de respetar la grafía latina original en los casos donde hubiera dudas. Así, por ejemplo, se estableció que palabras como "gobierno" y "gobernaba", que derivan de formas latinas con **"B"**, se escribirían con esta letra, eliminando la **"V"** que algunos escribas medievales utilizaban.
Este cambio normativo no solo buscó simplificar la ortografía, sino también preservar la etimología de las palabras, conectándolas con sus raíces latinas. Desde entonces, en español, hemos mantenido esta ortografía, a pesar de que otras lenguas romances como el francés o el italiano optaron por reflejar la evolución fonética mediante el uso de la **"V"** en situaciones similares.
Es interesante cómo este proceso histórico refleja la relación entre pronunciación y escritura, y cómo las decisiones ortográficas pueden influir en la percepción de una lengua a lo largo del tiempo. La intervención de la RAE fue clave para establecer una norma que, aunque puede parecer arbitraria desde una perspectiva moderna, responde a una lógica basada en la historia y la evolución del lenguaje.
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